Encontré no hace mucho unos papeles metidos entre algún libro. Eran de esos poemas escritos por personas que luego los ofrecían en la calle a cambio de la voluntad. Ahora que lo pienso, hace mucho que no veo a ninguna de estas personas, ni las llegué a ver nunca fuera de Madrid
Recuerdo haber ofrecido dinero algunas veces (por eso tengo ahora los papeles, claro), sin haber leído el poema siquiera y otras sin querer hacerlo. El poema era lo de menos, lo de más (para mí, que también rellenaba cuadernos enteros por aquellas mismas fechas) era la valentía y el arrojo de compartir porciones de alma con desconocidos a cambio de alguna moneda.
Me inspiraban la misma pena y el mismo respeto que una prostituta.
Jamás, ni aún al borde de la inanición, podría haber hecho yo algo así.
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