15 febrero 2022

Mi gata Kaya era salvaje y poetisa como todos los de su especie. La recogimos porque su madre era de la calle y alguien iba a tirarla al contenedor siendo poco mas que un feto. Tenía un extraño pelo callejero con decenas de colores diferentes. No hace mucho me enteré de que hay gente que vende gatos de no se qué razas a unos precios módicos de 600 euros. Lo mas sorprendente es que hay incluso otra gente que paga ese dinero. Son gatos de un solo color, viven encerrados en casas y pisos y tienen el gesto como atontado, parecen peluches cibernéticos.

Kaya vivió varios años con nosotros, estaba siempre atenta a la puerta porque a ella si le gustaba salir a la calle a relacionarse con los demás de su especie. Y por la noche siempre volvía.

Un día se confundió y saltó a la finca de al lado, donde había un perro grande asesino de gatos, una mierda de perro policía. Su dueño alardeaba de animal.

Entre las fauces del perro terminó sus días Kaya.

El perro se murió un tiempo después. 

Y el dueño del perro se murió en un accidente de tráfico. No había cumplido los 30.

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