27 febrero 2022

De niño me encantaba ir a la biblioteca. Tengo que decir que la biblioteca de mi pueblo fue fundada en 1922 y ha gozado siempre de un estatus muy superior al pueblo en sí mismo. Atesora a día de hoy 18.000 volúmenes, incluidos ejemplares dedicados a la biblioteca de Cela, Azorín, Baroja o Valle-Inclán, y un fondo histórico con publicaciones de los siglos XVIII y XIX, todo esto en una villa que apenas cuenta con 525 habitantes (en 2017, ahora seguro que son menos). Ya pueden hacerse una idea: hablo seguramente de la mejor y la mas prestigiosa biblioteca de todo el occidente asturiano.

En el antiguo local donde estaba situada devoré los libros que adora todo niño y preadolescente (Verne, Stevenson, Emilio Salgari, etc), aunque luego, conforme fui interesándome en otras cosas, me di cuenta de que el fondo bibliográfico contaba con lagunas importantes.

Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no existían las tiendas online modernas para adquirir ejemplares raros y uno tenía que aprovechar las visitas a cualquier ciudad o molestar a las amistades para conseguir ciertos libros. Recuerdo uno en particular: la serie de relatos "El Clan de los Parricidas y otras historias macabras" de Ambrose Bierce, anduve un montón de tiempo detrás de ese libro hasta que lo conseguí, molestando a otras personas, como digo.

"La Muerte de Halpin Frayser" me atrapó durante años. 

Bierce y Edgar Poe tendrán siempre un lugar especial en mi corazón.



Hace casi 20 años que no piso una biblioteca.


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