09 febrero 2013

Él todavía no sabía lo que era el amor, ella le gustaba como a quien le gusta una fotografía o un paisaje. Se limitaba a admirarla a través de su ventana (siempre cerrada), como en una literaria historia de cortejo. Adoraba las formas perfectas de su rostro. Cuando ella sonreía, a él también se le iluminaba la cara.


Él hubiera vendido su alma al diablo por un beso suyo.
Ella hubiera besado a todas las ranas y sapos del mundo antes de corresponderle.

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