Azul infinito cortado a ras de las nubes
con tijeras mal afiladas y que chorrea sangre según la hora
Eolo travieso, alquitranando el aire, para regocijo de alcatraces
A cuatro días de cualquier roca y con cinco kilómetros de agua bajo los pies
el rostro se arruga, acongojado, las manos sopesan arrancarse los ojos
por no sentirse corruptoras de lo inefable
Persigo el agua hervida, las fuentes verticales y la luna pegajosa
en un soliloquio de palillos en los párpados, de mecedoras y de medicinas en la carne viva,
en la plegaria del que clama por noches mas largas
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