Trabajo en ese odiado trabajo, con mi antigua jefa. Hay unas mesas muy bien puestas, aunque el sitio es pequeño. La ciudad es desconocida, pero de grandes avenidas (¿Gran Vía?) y con un rio y varias calles residenciales que ascienden a su vera.
De repente, un mogollón de gente que entra por la puerta ... y yo, voluntariamente y con alevosía, salgo fuera. Me voy de paseo. Y recorro el rio y compro tabaco en un quiosco, para volver luego a oir el sermón de mi jefa.
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