Amo la música hecha desde el corazón, sobre todo si no te conoce ni el vecino de al lado.
Amo a mi familia y a los dos que siempre estuvieron y que también son familia.
Amo madrugar, y la hora del alba.
Amo, mil veces lo he dicho, el océano y cada piedra que desgasta el agua salada.
Amo el cine de Alfred Hitchcock y David Lynch.
Amo el mezcal y el tequila.
Amo la camaradería que surge en el trabajo los días de pesca fuerte.
Amo a mi esposa.
Amo a todos los felinos.
Amo Lastres siempre, y Castropol, a pesar de todo.
Amo una buena comida con un buen vino tinto.
Amo recordar, según el día.
Amo olvidar, según el día.
Amo a todas las mujeres de pelo oscuro.
Amo el Norte, como ámbito geográfico y como estado de ánimo.
Amo a todas las personas poseedoras del ojo de la intuición,
Amo a Cristina Lliso.
Amo la buena alimentación y el leve ejercicio físico que me hacen sentir bien.
Amo las hamburguesas del Burger King y el sedentarismo que me hacen embotarme.
Amo las caretas que son arrojadas al suelo.
Amo a todos aquellos que no tienen smartphones ni redes sociales.
Amo a todos los mendigos y desheredados de la Vía Láctea.
Amo Tristan Da Cunha y todas las islas que nunca llegaré a conocer.
Amo a los rusos, a los ucranianos, a los bielorrusos y a los kazajos.
Amo dormir la siesta.
Amo a los cirujanos y a los responsables de la Organización Nacional de Trasplantes.
Amo a todas las personas que alguna vez me despreciaron y me ridiculizaron.
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