20 enero 2023

La Rancune

El presidente del gobierno español y el presidente de la República francesa firmaron ayer en Barcelona un acuerdo bilateral de cooperación.

Histórico acuerdo, según los medios.

Desde la Moncloa o desde el Elíseo es sencillo firmar unos papeles. 

En la calle la historia es otra: la de la desconfianza secular. 

No conozco mucho de la historia del mundo, pero puede ser que todo esto venga de bastante lejos. De 1808 o así, cuando a los napoleónicos franceses que vinieron a ocupar militarmente el país se les daba la bienvenida arrojándoles aceite hirviendo y macetas desde los balcones de Madrid. O cuando un grupo de desarrapados humilló al invencible ejército del emperador en los campos de Bailén.

De entonces viene también el apelativo despectivo con el que seguimos nombrándoles a día de hoy: gabachos.

Pasaron luego mas cosas, claro: cientos de miles de españoles abandonados a merced del frío, los piojos y la tuberculosis en las playas francesas en 1939 o deportados camino de la muerte en la Alemania nazi por el régimen colaboracionista de Vichy.

(...)

Se ve la tierra francesa desde mi ventana. Y aquí, en el lugar donde vivo, es difícil salir a la calle sin escuchar a alguien hablar en francés. Entran en los bares a mediodía a comer y a beber y la mayoría dan por hecho que tienes que entender y hablar en su idioma. 

Todos los hosteleros hablan francés. Les hacen palmas con las orejas cuando entran por la puerta. Tienen dinero y dejan buenas propinas. Lo mismo pasa con los dueños de los estancos, las tiendas de licores y los gerentes de las casas de putas, que en Francia están prohibidas.

Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Albert Camus, Sartre, todos eran gabachos también, aunque no sé si alguno de ellos tenía también ese puntito xenófobo y de superioridad.

Me gustaría conocer París algún día o quizá Burdeos o Lyon o Marsella, pero me echa muy para atrás el idioma. Ni lo hablo ni lo entiendo. Supongo que si fuese Sergio Ramos o Carlos IV no importaría, pero soy un español pobre, que le voy a hacer. He ahí mi pecado.

Me he conformado con un par de visitas a la playa de Hendaya, a San Jean De Luz y a Bayona, en coche, solo para pasear, sin hacer ningún gasto ni verme en la obligación de hablar con nadie.



Y he tenido que usar Google Translate para darle el título a este texto.

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